El Banco Bueno

Abrió sus puertas por primera vez en 2009 y ya cuenta con cerca de 3.500 usuarios. Su labor como entidad ha sido reconocida con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2012. No pide avales ni comisiones; no pide rescates, rescata. Visitamos un banco sin ánimo de lucro: el Banco Solidario de Alimentos de Valencia.

Un grupo de personas espera su turno para recoger alimentos en el Banco Solidario de Valencia

Lorena, voluntaria en el Banco Solidario de Alimentos de Valencia, nos recibe a la entrada de una pequeña nave-almacén situada en la calle Santa Cruz de Tenerife. Son sólo las 9.30 de la mañana, pero las instalaciones ya están ocupadas por los cerca de veinte voluntarios que trabajan en este banco bueno. Los encontramos danzando sin descanso entre cajas, carros y palés; organizando los 200 lotes de alimentos que, en menos de una hora, empezarán a repartir gratuitamente a las familias. Los paquetes de legumbres, cereales, galletas y pastas; los lácteos; los botes de tomate y aceite y demás productos básicos no perecederos que componen estos lotes se apilan por todas partes en el interior de la nave, en un caos de envases y cartones que los voluntarios parecen tener perfectamente controlado.

Lorena nos aleja temporalmente del frenético e incesante ritmo de trabajo de sus compañeros del almacén y nos conduce hasta una caseta que hace las veces de oficina, donde ella y otros tres voluntarios desempeñan las tareas administrativas del Banco. Bajo varios montones de solicitudes, que las familias deben presentar para acceder a los servicios de esta organización, se esconde la mesa de Lorena. Ella se encarga de gestionar las instancias recibidas, cuyo número ha incrementado considerablemente en los últimos tres años. De hecho, este banco bueno ha multiplicado por diez el número de familias atendidas, al pasar de 350 en el año 2009 a 3.500 en el 2012. A esta última cifra cabe sumar las 550 familias que los servicios sociales derivan al Banco Solidario de Alimentos de Valencia. Así, en total, esta entidad cuyos números sólo entienden de personas, presta ayuda a más de 4.000 familias al mes.

Listas de espera para el Banco Bueno
La precariedad y el desempleo son quienes empujan a los usuarios del Banco a llamar a sus puertas por primera vez. Los beneficiarios de los lotes de alimentos que la entidad reparte mensualmente cuentan con escasos ingresos. Por este motivo, el único requisito necesario para acceder a los servicios del Banco Solidario es que cada uno de los miembros computables de la familia no perciba un sueldo superior a los 250 euros. Lorena nos advierte de que, desafortunadamente, el número de personas que cumplen con esta condición aumenta cada vez más, y el Banco no puede prestar servicio a todas ellas. De hecho, en la actualidad esta organización dispone de una lista de espera de 2.000 personas, “Somos una ONG que atiende a casi 200 familias al día, pero donación de alimentos”, sentencia orgullosa la voluntaria. De hecho, algunos ciudadanos movidos por la empatía y el altruismo han pasado de colaborar con paquetes de arroz a hacerlo con donaciones económicas. Tanto es así que la ONG Banco de Alimentos de Valencia, madre dela sucursal solidaria en la que nos encontramos, ha recibido 60.000 euros en donaciones en el año 2012.

Todos los productos que el Banco Bueno ofrece a sus clientes proceden de las donaciones realizadas por la Unión Europea, el Ayuntamiento de Valencia, algunas empresas de alimentación y los particulares. Desde hace unos años, estos últimos son quienes más apoyo han mostrado al Banco. “Los particulares se han volcado por completo en la donación de alimentos”, sentencia orgullosa la voluntaria. De hecho, algunos ciudadanos movidos por la empatía y el altruismo han pasado de colaborar con paquetes de arroz a hacerlo con donaciones económicas. Tanto es así que la ONG Banco de Alimentos de Valencia, madre de la sucursal solidaria en la que nos encontramos, ha recibido 60.000 euros en donaciones en el año 2012.

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Los carros con lotes de alimentos se apilan en el Banco Solidario

Nuestra conversación con Lorena se ve interrumpida por la llegada de 1.200 kilos de macarrones procedentes del Ayuntamiento y de un camión repleto de juguetes, donados por una cadena de supermercados con motivo de las fiestas navideñas. Salimos de la oficina para hacer de comitiva a camiones y carretillas elevadoras, y aprovechamos la aparición de los primeros usuarios del Banco para pedirle a nuestra voluntaria y guía que nos explique la organización de la cadena de reparto.

La entrada de la nave está reservada a las familias, que de lunes a jueves, a las 10.30 de la mañana, empiezan a hacer cola para recoger sus lotes de alimentos. Cada uno de los usuarios del Banco Solidario tiene asignado un modelo de lote, que depende del número de miembros con que cuenta la unidad familiar. A más personas, más comida, aunque siempre dentro de las limitadas existencias del Banco. Los lotes de alimentos se componen de los productos más básicos y se complementan con zumos, fruta en almíbar o bollos. Las familias con hijos menores de dos años reciben, además, leche en polvo y pañales.

Pensionistas y desempleados
A las puertas de la nave coincidimos con algunos usuarios que, cargados con carros y cestas, esperan que su turno no demore demasiado. Un matrimonio de pensionistas, beneficiario del lote mínimo, aguarda en la cola. “Es la primera vez que venimos”, asegura, resignada, la mujer de la pareja. “Si no necesitásemos los alimentos no sería capaz de venir a pedirlos”, concluye. Otro usuario del Banco Solidario, con más experiencia que el matrimonio anterior, se muestra satisfecho con la labor de la entidad. “Si no fuese por el Banco mi familia no tendría nada”, reconoce este hombre cuya prestación por desempleo venció hace varias semanas.

Al fondo de la nave, al grito de “¡lote uno, lote dos!”, los voluntarios siguen preparando en tiempo récord los carros de alimentos que ofrecen a la entrada. La mayor parte de estos lotes se entregan en el Banco. Sin embargo, algunos voluntarios se convierten mensualmente en visitadores, y acuden a las viviendas de los 100 usuarios que no pueden desplazarse hasta el almacén por motivos de salud. Bajo el nombre de ‘Solidarios de la noche’, los colaboradores del Banco también reparten alimentos y ropa entre las personas sin hogar. Parece que para los altruistas no hay descanso.

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Algunos de los voluntarios del Banco Solidario de Alimentos de Valencia

Terminada la visita agradecemos su atención a los voluntarios, que continuarán trabajando hasta las dos de la tarde. A la salida nos despide una frase que, pintada en la pared, describe a la perfección la labor y los principios de estos héroes: “Por encima de las nacionalidades, las ideologías y las religiones está nuestro compromiso de ayudar a las personas necesitadas”. Sin duda, todo un lema cargado de verdad para el Banco Bueno.

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